La edición genética ofrece nuevas esperanzas en la lucha contra las plagas destructoras de cultivos

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Un nuevo estudio destaca el potencial de la edición genética para proteger nuestro suministro de alimentos de plagas de insectos voraces. La solución reside en aprovechar las antiguas defensas: las propias plantas producen proteínas que hacen que su almidón sea indigerible para muchos insectos.

Si bien las variedades silvestres cuentan con estos agentes protectores, la domesticación para obtener mayores rendimientos y un consumo más fácil a menudo diluyó estos elementos disuasorios naturales de plagas. Ahora, los científicos ven la edición de genes como una forma de reintroducir o mejorar estas defensas sin las desventajas de los métodos tradicionales de modificación genética.

Los inhibidores de la alfa-amilasa son las estrellas de esta historia. Estas proteínas bloquean eficazmente las enzimas digestivas de los insectos que descomponen el almidón, esencialmente matando de hambre a las plagas. Insectos como los gorgojos, los brúquidos, los gorgojos del algodón e incluso la broca del café dependen de estas enzimas para prosperar y se alimentan de cultivos como maíz, frijoles, guisantes y granos almacenados.

Las primeras investigaciones de la década de 2000 identificaron genes responsables de estos inhibidores en varias plantas y demostraron su eficacia contra plagas específicas. Los científicos también desarrollaron plantas genéticamente modificadas con una producción amplificada de estos inhibidores, pero estos enfoques enfrentaron obstáculos.

Los desafíos de los OGM tradicionales

Las técnicas tradicionales de modificación genética (OGM), aunque exitosas, a menudo implican la inserción de genes de organismos completamente diferentes en el genoma de la planta. Esto puede generar preocupaciones en los consumidores sobre la seguridad y la aceptabilidad, lo que lleva a procesos regulatorios costosos y resistencia del mercado.

Edición genética: un enfoque más refinado

Aquí es donde interviene la edición de genes. Tecnologías como CRISPR ofrecen herramientas increíblemente precisas para modificar el propio ADN de un organismo. En lugar de introducir genes extraños, los científicos pueden modificar los existentes dentro del genoma de la planta para aumentar la producción de inhibidores de alfa-amilasa o incluso refinar su eficacia contra las plagas objetivo.

Los beneficios potenciales son significativos. Al aprovechar este enfoque, las plantas podrían producir naturalmente niveles más altos de estas proteínas protectoras sin generar señales de alerta como organismos transgénicos según regulaciones como las establecidas por la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNBio) de Brasil. Esto significa una aprobación del mercado potencialmente más rápida y un mayor atractivo para las empresas agrícolas que buscan soluciones sostenibles de control de plagas.

“La edición genética nos brinda la posibilidad de aumentar la producción de estos inhibidores o hacerlos más activos en las plantas”, explica Marcos Fernando Basso, investigador del Centro de Investigación en Genómica para el Cambio Climático que dirigió el estudio. “Este podría ser un camino prometedor en los próximos años”.

La capacidad de manipular con precisión los genomas de las plantas abre posibilidades interesantes para el desarrollo de cultivos que sean resistentes a las plagas dañinas y al mismo tiempo satisfagan las preocupaciones de los consumidores y los reguladores con respecto a los alimentos genéticamente modificados.